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Sir Terence Conran y la búsqueda de la felicidad

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cover_perspectivesDesde tiempos inmemoriales, el fuego y el agua han simbolizado la seguridad del hogar: la casa ofrece comida, calor y regeneración frente a las amenazas del mundo. La sección  “perspectivas” de nuestro blog desea aportar ideas inspiradoras sobre ese entorno personal inmediato, cediendo la palabra a un selecto grupo de profesionales de relieve internacional de arquitectos, diseñadores y profesionales interesados en el aspecto estético de la vida diaria – para que esbocen sus visiones y sus particulares formas de entender la calidad. El punto de partida de la sección “perspectivas” es nada menos que el libro homónimo editado por Gerd Bulthaup en 2004. Si, además de las aportaciones recientes, hemos optado por incluir en el blog una serie de ensayos aparecidos hace ya una década, es porque su vigencia actual así lo exigía. Y no es casualidad: en bulthaup, valoramos lo intemporal. Las preguntas de fondo y las respuestas obtenidas, unas más concretas y otras más abiertas, siguen acompañándonos para demostrarlo.

Esperamos que disfruten de su lectura.

SIR TERENCE CONRAN Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

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Sir Terence Conran no necesita presentación. Desde que fundó su primera fábrica de muebles en 1952 no ha cesado de convencernos con unos planteamientos tan lúcidos como sensatos.

 Cuando escribió el texto siguiente para el libro “perspectivas”, Conran tenía 72 años. No solo no ha parado desde entonces, sino que ha seguido publicando libros, inaugurando tiendas, restaurantes y hoteles, vendiendo sus diseños y participando activamente en la selección de diseños para The Conran Shop.

 La edad nos reduce a nuestra quintaesencia: vamos desprendiéndonos de todo lo superfluo, revelando quienes verdaderamente somos. La sinceridad sin ínfulas del texto que sigue es una excelente muestra de ello.

GUSTO
TERENCE CONRAN
FELICIDAD

Quien sabe disfrutar de la vida acabará descubriendo que la felicidad se encuentra a menudo en las cosas más sencillas. En definitiva, son las que definen nuestras vidas.

Tema peliagudo el del gusto. En absoluto querría yo entrar en la casa de alguien y descubrir que toda la decoración es de Conran o Habitat. Yo quiero reconocer el carácter de las personas a través de lo que ellas mismas eligen. Mi intención es ponerles delante un número de objetos para ayudarlas a elegir o darles alguna información útil. Pero, a fin de cuentas, ellas deben poder confiar en su propio gusto.

Lo más importante es ajustar el estilo de vida propio a lo que cada uno se puede permitir. Hay muchas personas que desean cosas que están fuera de su alcance y sufren por no conseguir lo que tanto desean. Si a uno le gusta cocinar, no necesita más que un hornillo de gas y una mesa de madera rodeada de comensales. Creo que la mayoría de la gente desea vivir con sosiego y simplicidad. La fotografía que más ha gustado, con distancia, de mi último libro, The Ultimate House Book, muestra una casita en Uruguay con un techo muy sencillo. La gente dice: “¡Qué bonita es! Me gustaría vivir ahí.” La imagen trasmite la idea de una vida sin preocupaciones, y precisamente eso es con lo que sueña. Se instalan en Mallorca porque creen que allí podrán hallar una vida sencilla –una vida sencilla que a veces puede resultar muy cara.

¿Cuánto dinero se necesita para disfrutar de la vida? Yo no creo que el dinero nos haga felices, ex-ceptuando por supuesto la felicidad de no tener problemas económicos. Pero una gran cantidad de dinero puede hacer desdichada a una persona, pues conlleva una gran responsabilidad. El capitalismo es un sistema bastante complejo; nos vemos constantemente animados a gastar y a desear más, en una espiral. Por supuesto, el ansia de consumir también genera puestos de trabajo.

En ningún caso deberíamos olvidar que las cosas más sencillas son a menudo las que más placer pro-ducen. Uno de los mayores placeres de la vida consiste para mí en comerme una ensalada de tomate. Me gusta la comida sencilla y sin pretensiones. La comida hay que saberla cocinar, y cocinar es una habilidad. Debo reconocer, sin embargo, que yo nunca me quedo satisfecho. Un día maravilloso de verano, de cielo resplandeciente y temperatura ideal, estaba yo sentado en mi jardín, rodeado de flores bien cuidadas. Leía un buen libro mientras tomaba un borgoña excelente y me fumaba un habano. Entonces se me ocurrió pensar: esto es vida; más no se puede pedir. Y acto seguido, por supuesto, me puse a darle vueltas a un problema que tenía que resolver.

La gente a menudo me pregunta por qué hago tantas cosas. Yo les respondo que no entienden. La manera en que se gasta el tiempo, lo que se mira, lo que se lleva uno a la boca: todo ello da como resultado lo que yo llamo un “estilo de vida”. No hay gran diferencia entre amueblar la propia casa o amueblar un restaurante. Yo hago todas esas cosas porque, si lo haces tú mismo, tienes la oportunidad de comprender mejor todo el proceso y de seguir el desarrollo de un producto, desde que se diseña hasta el momento en que el consumidor entra en contacto con él.

Cuando se diseña un hotel, una tienda o un restaurante para otra persona, y esta a partir de cierto momento se hace cargo del proyecto, con mucha frecuencia el objeto no se termina de la manera que uno había esperado. Por otra parte, se lleva a las personas a que adopten las ideas de uno. Yo estoy absolutamente convencido de que el gusto de las personas se forma por aquello que se les ofrece. La gente no sabe lo que quiere hasta el momento en que se lo ponen por delante.

La verdad es que la mayoría de las veces emprendí todas esas cosas por frustración. Mis primeros tiempos como diseñador fueron difíciles. No conseguía trabajo. Deseaba crear objetos, pero todo lo que pude hacer fue ponerme a fabricar muebles yo mismo. Un buen día me encontré en posesión de una fábrica de muebles bastante grande, en buena parte con clientes de proyectos, por ejemplo, con arquitectos. Entonces diseñé y fabriqué muebles para el hogar, y me di cuenta de que no tenía sentido vender muebles a través de comerciantes minoristas. Yo creía que tenía que haber una manera mejor de venderlos, y así fue como puse en marcha Habitat. Tenía la impresión de que el diseño inteligente realmente podría mejorar la vida de la gente. Así me sentí llamado a cumplir una especie de misión pedagógica, que culminó con la fundación del Design Museum de Londres. Siempre me ha gustado la posibilidad de enseñarle algo a la gente, de darle nuevas ideas, así como la oportunidad de cambiar las cosas, tal vez incluso de cambiarle la vida.

Una vez alguien me preguntó si no quería presentarme como candidato a alcalde. Pero eso me dis-traería de hacer lo que más placer me da: diseñar, decidir qué aspecto deben tener los objetos, cómo deben planearse y cómo deben funcionar.

Los políticos y los diseñadores ejercen profesiones en las que se espera mejorar la vida de la gente. Deberían de verdad conversar unos con otros. Está claro que las personas con talento creador tienen una idea de cómo la gente podría vivir mejor, y a ese fin deberían servir por igual el alcalde y el resto de los políticos.

Ya debería haberme jubilado desde hace un buen rato, pero no creo que pueda hacerlo. Me aburriría soberanamente.

SIR TERENCE CONRAN comenzó hace más de 50 años una exitosa trayectoria empresarial que le ha llevado a realizar un sinfín de proyectos de la más diversa índole, cuyo denominador común es su voluntad de elevar la calidad de vida. En 1952, Conran fundó su primera fábrica de muebles a la que siguió, en 1956, una compañía de diseño de enorme influencia. En los años 60 inició su cadena de tiendas Habitat, que ha contribuido a definir el estilo de vida de la Inglaterra contemporánea. Sus Conran Shops, creados en los años 70 para los amantes de un diseño más exclusivo, se encuentran hoy día también en Francia, EEUU y Japón. En los 80 lanzó su editorial Conran Octopus, especializada en libros de cocina e interiorismo. Conran abrió su primer restaurante en 1991 y desde entonces ha inaugurado más de 30 repartidos entre Londres, París, Copenhague, Nueva York y Tokio. Tuvo además un papel prominente en la recuperación de edificios históricos y en la reconversión de los Docklands de Londres, realizó un importante proyecto del complejo comercial y de viviendas Poppngi Hills en Tokio, y en 2011 protagonizó una exposición monográfica en The Design Museum de Londres.

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