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Yoshindo Yoshihara. Ritmo y precisión

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El progreso no es un fenómeno inocente. Esencial al verdadero progreso es un sentido de la proporción, el ritmo adecuado al ser humano, la secuencia correcta de pasos que conducen del proyecto al producto.

En bulthaup, ese sentido de la proporción, ese ritmo, la precisión y el mimo artesanal son valores fundamentales. Y es por ello que nos ha interesado el oficio del espadero japonés Yoshindo Yoshihara, un ejemplo de la búsqueda de la precisión humana.

Hasta donde yo recuerdo, siempre quise ser espadero igual que mi abuelo Kuniie. Pasé toda mi infancia en su taller y propiamente hablando he pasado toda mi vida. Como a todos los chicos desde luego me fascinaba el mundo de los samuráis y de los mitos que se han formado en torno a las espadas que los hacían invencibles. El que esas armas maravillosas salieran del taller de mi abuelo me impresionaba mucho, aunque por ese entonces ya no existieran ningunos guerreros samurai y la espada hubiera dejado de ser la clásica arma de guerra japonesa.

Bulthaup persp. yoshindo fotoumbertototorelli 6Lo que más me fascinaba del taller de mi abuelo era el fuego donde se forjaban las espadas. Las llamas, las brasas, los colores. Ese fuego me sigue fascinando porque soy consciente de que al final la perfección de la espada depende de él. La mayor dificultad del arte del espadero estriba tal vez en calcular correctamente y controlar la temperatura del fuego de las brasas. ¿Por qué? Quien forja las espadas tradicionales japonesas no utiliza el acero industrial prefabricado. Nosotros hacemos nuestro propio acero, es decir, trabajamos el “tamahagane”, el acero bruto que compramos  a la única fundición de acero tradición del Japón. En este proceso de fundición, el carbono contenido en el hierro se altera, y es este componente de carbón el que decide sobre la dureza del acero y sobre la calidad de la cuchilla. La precisión es aquí esencial. Quien deja que el fuego se caliente demasiado, produce un acero blando y quebradizo, imposible de utilizar para hacer una buena cuchilla. Si la temperatura se mantiene demasiado baja, se corre el riesgo de que el acero muestre fisuras y que solo sirva para hacer una cuchilla mediocre.

Una particularidad de la espada japonesa tradicional es la distinta dureza de la hoja: el cuerpo principal es blando y por ello elástico, la cuchilla es dura y por ello afilada e invulnerable. El proceso de “yakiire” – es decir, el mantener el hierro en el fuego- debe hacerse con la mayor precisión. No se puede medir la temperatura del fuego mientras se trabaja. Solo se puede juzgar según la coloración de la llama, que va del rojo cereza “frío” hasta el amarillo claro sumamente caliente, si se ha alcanzado la temperatura ideal de 800 grados. En Japón decimos: “Ese es el momento en que la espada cobra vida”. Y por eso se forja la espada en un recinto casi oscuro: para poder ver la llama con la mayor claridad posible.

El aspecto visual más llamativo y estéticamente más importante de una espada es el “hamon” Este dibujo o veteado claramente visible de la hoja muestra la línea de dureza a lo largo de la cuchilla. El “hamon” le confiere a la espada su carácter individual. Un “hamon” acusado es señal de una cuchilla afilada  y robusta. El veteado se origina exclusivamente por acción del fuego y no a golpes de martillo. Para ello, saco la espada del fuego, cubro algunas partes con capas de barro de diferente espesor, las dejo secar un tiempo, vuelvo a pasar la espada varias veces por el fuego y sumerjo la espada al rojo vivo en agua fría. Según el tiempo que necesite el hierro para enfriarse, se producen diversas líneas y estructuras. Estas se tornan visibles por primera vez en el momento en que se pasa la espada por una piedra de afilar enfriada por agua. Si todo sucede según lo previsto, aparece el “hamon” tal como me lo había imaginado al aplicar las capas de barro. Si el “hamon” no coincide con mis ideas, repito varias veces todo el proceso de endurecimiento. Eso a veces no se puede evitar aun procediendo con el máximo cuidado, pero yo intento hacerlo a la perfección al primer intento. Los expertos pueden reconocer por el “hamon” quien forjó una espada, y yo reconozco inmediatamente las hechas por mí. Cada cual tiene su técnica, pero los maestros espaderos nunca revelamos exactamente cómo lo hacemos. Eso se guarda como un secreto de producción.

Bulthaup perspectivas yoshindo yoshihara 7Ya no me puedo acordar del momento en que tuve por primera vez la sensación de que sabía por fin cómo se forjaba una espada perfecta. La habilidad artesanal se fue acumulando en el curso de los años. Y en un momento dado tuve la sensación descrita. Creo que ayuda si, como en mi caso, se tiene desde la niñez conocimientos de primera mano sobre los factores que intervienen en la forja de la espada. En el fondo de mi corazón, yo era un espadero antes de que aprendiera el oficio junto con mi hermano menor Shoji en la fragua de mi abuelo.

Precisión y esmero son los elementos más importantes en nuestro oficio. Pero mi precisión es de muy otro tipo que la de un pianista. Si un pianista deja de practicar un año y no pule su técnica, tendrá enormes dificultades. Si durante un año yo no hago una sola espada, conservo intactas mis habilidades. Después puedo hacer otra vez una espada perfecta. La precisión obtenida poco a poco a lo largo de los años nunca se pierde. La puedo reactivar en cualquier momento que la necesite. No obstante, nunca podré confeccionar dos espadas idénticas, ni siquiera me lo propondría. El atractivo de mi oficio estriba precisamente en que cada espada es un ejemplar único.

No sé si se nace para ser espadero. Es un oficio y, si se cuenta con cierta habilidad manual, lo puede aprender cualquiera. En mi familia hay cuatro generaciones de espaderos. En mi caso personal, nunca consideré otra alternativa. También mi hijo Yoshikazu, nacido en 1967, continúa la tradición. Hizo su aprendizaje conmigo. Los jóvenes que aprenden conmigo tienen que descubrir por su cuenta los pequeños trucos del oficio . No creo que puedan aprender a hacer una buena espada simplemente mirando cómo la fabrico. Y la precisión es definitivamente una de esas cosas que no se pueden enseñar.

Puede sonar extraño en el caso de un espadero que lo es por pasión, pero no poseo una colección de mis armas. Nunca conservo una espada, aun en el caso de que haya resultado ser una obra maestra. Yo no soy un coleccionista, sino un artesano que produce para coleccionistas espadas lo más perfectas posible. Veo, así pues, mi trabajo de una manera pragmática y sin sentimentalismo. Tampoco creo que soy un artista y menos que nada una artista que se rodea de sus propias obras. Considero que quien colecciona sus propias obras de arte en la mayoría de los casos lo hace porque no las puede vender.

Mis espadas cuestan entre tres o cuatro millones  de yens es decir, entre 24.000 y 32.000.-euros. Parece una cantidad muy elevada, pero en ellas está invertida una gran cantidad de tiempo y trabajo. Solo hago unas diez espadas al año Para una hoja necesito una semana, si todo marcha bien. Y luego está el resto de artesanos que trabajan en la fabricación de una hoja: el pulidor, el que hace las virolas, el que hace las fundas. Pero a mí me toca como espadero la supervisión del proceso. Tras un último control de calidad le entrego al cliente la espada concluida.

Algunas voces críticas opinan que los espaderos actuales solo se interesan por el aspecto estético de las espadas y no por su funcionalidad en tanto que armas. Yo creo que lo que uno no puede separarse de lo de otro. Cuanto mayor sea la funcionalidad de una espada, tanto mayor será su belleza. Un balance logrado y una hoja de curvatura perfecta significan máxima calidad, pero también una especial belleza. Los espaderos modernos mejoraron la espada y su belleza perfeccionando sus atributos prácticos. Si la espada ostenta una buena curvatura, el balance también es correcto. Un hermoso “hamon” hace de una espada un objeto valioso. La calidad óptima conduce a la belleza perfecta.

YOSHINDO YOSHIHARA nació en la ciudad de Tokio. Está considerado como uno de los grandes maestros de su oficio, ejercido hoy en día en todo Japón por solo unas 250 personas. Yoshihara, quien trabaja en el antiguo taller de su abuelo, ha sido condecorado con todos los premios que se conceden en su profesión, sometida por lo demás a los más estrictos reglamentos. En 1973 fue la primera persona en recibir el entonces recién fundado Prince Takamatsu Award. En 1982 Yoshindo Yoshihara recibió el título de “mukansa”, que es el honor más alto a que puede aspirar un espadero. En virtud de ese título está autorizado a participar en todos los concursos y exposiciones fuera de la competencia sin estar obligado a someterse al dictamen de ningún jurado. En los años 80 las espadas de Yoshihara fueron adquiridas también por museos norteamericanos y ahora pueden admirarse en el Metropolitan Museum de Nueva York y el Boston Museum of Art. Desde 1991 Yoshindo Yoshihara es miembro del Important Cultural Assets Council en la Agency for Cultural Affairs, que forma parte del Ministerio de Cultura japonés.

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