Delante, un mar cambiante: ayer, enfurecido; hoy inmóvil, reflejando el cielo. Detrás, paredes blancas, geometrías escalonadas en diálogo con las escarpadas rocas. Una casa que se engarza con su entorno asumiendo una dualidad de fondo: un lugar de recogimiento abierto al exterior.

Jordi Rodríguez Carreño ha sabido replantear una casa ibicenca de los años 70 para crear un armónico conjunto de ángulos rectos y aparente sencillez que se articula con perspicacia en la pendiente del terreno. Por una parte, aprovecha la presencia de la pared de roca a través de los ventanales de la fachada trasera del salón para recoger el espacio interior; la fachada delantera, en cambio, asoma al cielo, a la luz y al mar. Los ejes horizontales de ventanas y terrazas hacen hincapié en la línea del horizonte, el punto de fuga en que convergen las miradas.

La casa, distribuida en tres niveles con sus respectivas terrazas, incluye en el piso inferior dos suites para los invitados que acudan a compartir este paraje excepcional. La planta central acoge la zona de día para encontrarse, cocinar juntos, cenar, o sentarse un rato en silencio a contemplar el color del mar. La suite principal del piso superior cuenta con baño, vestidor y escritorio y una segunda habitación con salida directa al exterior.

El juego de terrazas y vistas de esta vivienda singular se divisa desde todo el interior – incluso desde la cocina colocada al fondo del gran espacio común, una acertada solución bulthaup b3 en que la luminosidad del lacado blanco alpino de los muebles y del cuarzo blanco pulido de las encimeras se contrapone a la calidez de la madera, que retoma para revestir los módulos columna bulthaup el mismo nogal utilizado en el resto de la casa.

En el exterior, una lámina de agua desbordante por los cuatros costados se tiñe del verde oscuro del gresite utilizado en su acabado interior, contrastando con la piedra caliza blanca de la amplia terraza que la rodea: la piscina es otro gran espejo que vincula la mano humana con la naturaleza, a medio camino entre la paz del hogar y la imprevisible fuerza del cielo y del mar.

La casa del acantilado: un lugar para asomarse a la felicidad.

Diseño de cocina:  bulthaup Groc i blau, Palma de Mallorca

Arquitecto: Jordi Carreño

Fotografia: Eugeni Pons para reportaje de Arquitectura y Diseño

Situación: Ibiza